viernes, 21 de septiembre de 2007

Mis primeras vacaciones en Figueira da Foz


Seguía siendo pequeño y por lo tanto no me acuerdo, pero hay testimonio gráfico y familiar que certifica que aquel mismo año de 1963, como todos los años (Mis padres siempre has sido profundamente rutinarios) nos trasladamos todos en masa a Figueira da Foz, en la costa portuguesa.

Mi padre había veraneado en Figueira toda la vida. Desde pequeñito, allá por los años 20, haciendo el viaje de más de 24 horas en caballerías y ferrocarril. Incluso en una ocasión fue detenido por los guardinhas portugueses por arrojar inocentemente almohadillas imitando el gesto del público durante una Tourada. Nunca perdió el hábito de veranear en Figueira después de casado y mi madre eso le gustaba, pues su familia también seguía esa tradición veraniega. Figueira da Foz era entonces una espacie de Estoril para los españoles de clase media-alta de Badajoz, Cáceres y Salamanca. La playa y el casino eran junto con un tiempo habitualmente asqueroso, sus mayores atractivos.
Al nacer yo pasamos a ser familia numerosa y mis padres, después de encargar la fotografía para el carnet, contrataron a Marcela como segunda persona de servicio. Ella se encargó de mi desde que nací y siguió en casa, trabadora, discreta y cariñosa, hasta después de jubilarse. Sentí su muerte tanto como la de mi padre. Nos despedimos en Cañaveral una primavera de 1991.
Hasta hace muy pocos años yo he seguido visitando Figueira de Foz todos los meses de Agosto. No sabía por qué lo hacía. Me costó darme cuenta de su decrepitud y pésima relación calidad precio. Hace 8 años que dejé de ir. No me da pena, pero reconozco que una importante parte de mis recuerdos son de Figueira da Foz.
Pero aun no toca hablar de ellos. Sé que aquel verano mis padres alquilaron una casa cerca de la Plaza de Toros y una vez me
dejaron dentro encerrado. Tuvieron que romper un cristal con una palangana para poder recuperarme. Siempre me he preguntado porque demonios usarías una palangana y que demonios hacia aquel artefacto fuera de casa.

Una de las ventajas de ir siempre a veranear al mismo sitio es que uno sabe lo que va hacer. Mis padres levaban muchos años veraneando en Figueira y, aunque yo sólo tenía 7 meses hicieron lo mismo que todos los veranos anteriores; es decir, lo mismo que yo repetiría durante los próximos veintitantos años: excursiones a Fátima con parada previa en Nazaret, mañanas de playa, y por lo que pude ver en las fotos, el Monasterio de Batalha y Busaco. Mis padres no tenían coche por aquella época y, con seguridad, las excursiones fueron en el sempiterno SEAT 1.500 de mi tía Teresa, hábilmente manejado por su chofer a través de las peligrosas carreteras portuguesas de aquella época.

Durante todos los años posteriores se repiten prácticamente las mismas fotos...Que curioso. Que agradable rutina descubrir siempre las mismas cosas poniendo cara de descubridores..

No hay comentarios: