viernes, 21 de septiembre de 2007

¿Nací en Coria, provincia de Cáceres...?


Cuando nací era pequeño y por eso no me acuerdo. Tengo que fiarme de lo que me cuentan, y, según me dicen, nací en Coria, en la Plazuela de San Pedro, en una casa que ya no existe. Eso es llamativo. Mis amigo nacieron en hospitales, pero yo nací en el dormitorio de casa. Aunque no fue culpa mía, siempre me he sentido orgulloso de eso, y diferente. Como que si por eso fuera yo mas recio que los que nacieron en los hospitales, no se...

Para colmo me cuentan que esa noche, cuando yo empecé a llorar, nevó, ergo hacía frío, ergo la nieve en el alumbramiento es augurio de buena fortuna.
A todos nos gusta fantasear y adornar nuestra primera infancia con algo especial y distinto. A mi amigo Rafaél Reig, en sus biografías, siempre le ponen que pasó la infancia en Colombia y después estudió en Nueva York, obviando los 20 años que pasamos en Madrid disfrutando a lo grande. Como si para ser un buen escritor fuera imprescindible una biografía cosmopolita...
Volviendo a mi heróico auto-nacimiento, digamos que ese hecho es el positivo: niño sano nace casi por sus propios medios en mitad de una tormenta de nieve...
El negativo es que eso ocurrió en Coria y, si bien ahora carece de connotaciones negativas, durante mi infancia se me ha hizo mofa por haber nacido precisamente en el mismo lugar que el "Bobo de Coria" o "Calabacillas" de Velázquez. Y, claro, se reían de mí. De pequeño eso es fastidioso. Yo siempre argumentaba que la existencia de un bobo famoso, de alguna forma, vacunaba contra la idiotez al resto de los paisanos. Este argumento solía acallar las bocas de mis crueles compañeros de colegio, pero, para mis adentros, bien sabía yo que la argumentación era falsa.


En 1963 en España gobernaba Franco y, en USA, Kennedy. Aquel año nacieron personajes como Butragueño o Alaska y murió Ramón Gómez de la Serna, del cual, sin yo quererlo , quizás sea su reencarnación, pues su óbito y mi nacimiento fueron casi simultáneos. En aquella época España continuaba un clima de aislamiento económico y político importante, había muy pocas cosas que comprar y, si, en capitales como Madrid se empezaba a notar un importante despegue económico, en el Norte de Extremadura, se vivía, prácticamente, en la Edad Media.

Cuando aún no había cumplido el año nos trasladamos a vivir a Madrid, junto a la Plaza de Toros de las Ventas de manera que no tengo recuerdos de mis primeros y caurienses días de vida. Eso si, luego no he parado de vistarlo.

Según siempre me han relatado, al nacer era feo. Eso también me fastidió durante toda mi infancia hasta que asimilé que casi todos los niños al nacer no son precisamente guapos. Doña María, (la comadrona que asistió al parto) siempre me lo recordaba cuando me encontraba por Coria, y me llamaba "El feíno", a lo cual yo respondía con una sonrisa forzada minetras pensaba "y tú gordina".
Un día mi madre me aclaró determinadas circunstancias que rodearon el parto y comprendí que, parte de la supuesta fealdad, no era otra cosa que miedo-pánico de mi padre la sujetarme en brazos recién salido del vientre materno. La cosa fue así: mi padre solía escaquearse en los tres partos anteriores valiéndose de su ejercicio profesional de la magistratura; siempre argumentaba razones laborales le hacía ausentarse y, cuando aparecía por casa, ya cada cosa estaba en su sitio. En ocasión de mi parto y, como venganza, mi madre decidió ocultar hasta el último momento las señales del advenimiento, de manera que, tras una sesión de cine el "La Colá de Mendo", llegó a casa, cenó normalmente y después pidió a mi padre que avisara a la comadrona, pues el alumbramiento sería ipso facto. Naturalmente mi padre no pudo huir y le tocó, prácticamente, asistir al parto.
Plaza Mayor de Coria donde nací
De manera que no es que yo fuera un monstruo, simplemente, me envolvieron en una toalla tras salir del útero materno y me entregaron a mi padre para que me calentara frente a la chimenea.
Con seguridad mi padre nunca había tenido antes en brazos un niño recién nacido, manchado de sangre y ese extraño líquido amarillento y berreando como un animal indefenso.

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